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huerta vertical ERA | ||||||||
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Una huerta vertical es un proyecto donde se producen y cultivan frutas y hortalizas, es un espacio productivo hortofrutícola tridimensional integrado en un contexto urbano. Esta tipología surge en el centro de las ciudades, donde el suelo disponible es escaso, y por tanto aprovecha la construcción en altura para aumentar la superficie de explotación agrícola. El proyecto es el resultado de la conexión entre la memoria del espacio público urbano, un marco de sucesos muy diversos desde el propio concepto de “plaza”; el presente urbano del siglo XXI, en el que todo está tan globalizado que el usuario ya no sabe ni cómo se hace ni lo que cuesta producir lo que consume; y la ruptura del sistema del espacio agrícola-servidor y el urbano-consumidor. Cada vez hay mayor convicción en que las ciudades deben ser espacios densos para optimizar su funcionamiento y tener un menor impacto en el medio natural. Densidad de personas, pero también de actividades, lo que conlleva a una integridad de usos que se complementan entre sí para formar el rico glosario de gentes y situaciones que son las grandes ciudades de hoy en día. Se concibe el proyecto como una plaza, un foco de actividad vecinal relacionado no sólo con la producción alimentaria, sino también con la difusión de información que ponga en valor la actividad que se realiza en su interior, y con el disfrute que se derive de todo ello. Por último la crisis alimentaria global y la crisis energética originadas por un crecimiento exponencial de la población mundial y por un mal reparto de los recursos, ha obligado a replantear la relación a distancia entre espacio productivo y espacio de consumo. Mezcla de todas estas situaciones, la integración de usos propios del campo en la ciudad, de la densidad propia de una urbe moderna, y de la crisis del modelo productivo y de consumo, surge este proyecto de huerta vertical ERA. |
PRODUCCIÓN LOCAL, CONSUMO LOCAL Son muchos los parámetros de medida de la sostenibilidad de la ciudad y de la producción alimentaria para ámbitos urbanos. Se deben tener en cuenta términos como la huella ecológica, la distancia entre la producción y el consumo (con su consecuente consumo energético), y la búsqueda de sistemas productivos más sostenibles (con menor impacto en el territorio, más adaptado a la situación particular en cuestiones de biodiversidad o competencia de los sistemas vegetales “impuestos” respecto de los locales). Por último, y no menos importante, se debe analizar el impacto negativo en la salud de las personas que produce el consumo de esta producción intensiva, global en todo el planeta, que lleva además a pérdidas de identidad social. Centrándonos en el ámbito de producción de alimentos, podemos analizar toda la cadena desde su origen, con los sistemas y rendimientos de los campos de cultivo (incluyendo el ciclo desde la plantación hasta la recolección), recogida, transporte y distribución de los productos, hasta su eliminación o reinserción en el ciclo (cuánto se pierde por el camino, se desecha en destino por sus condiciones “estéticas”, o se elimina de forma poco sostenible).
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NUEVO MODELO DE CONSUMO CIUDADANO Como respuesta a las diferentes crisis (social, energética, alimentaria, cultural) que se han ido manifestando y solapándose unas a otras, hasta el momento en que todos los ámbitos ciudadanos se han visto inmersos, ha comenzado a despertar una conciencia social que genera un nuevo modelo de consumo ciudadano, volcado hacia el origen del producto y la identidad propia del consumidor. Se gesta de esta manera un modelo de empoderamiento ciudadano en todos los campos productivos, desde alimentación y manufactura hasta la propia energía, de manera que es el propio consumidor el que se convierte en productor (o se implica más activamente en su producción), controlando de esta manera el ciclo completo. Las ventajas derivadas de este modelo son obvias e indiscutibles desde el punto de vista tanto económico, partiendo de energías renovables como la solar o la eólica; como social, incorporando al mercado de trabajo a población con menos recursos e incluso formación; como cultural, resolviendo problemas generados por la globalización, como la desaparición de las diferencias en pos de la “igualdad”, borrando todo signo de identidad propia de cada cultura local. El ciudadano tiende a implicarse más con el sistema de producción, relegando al pasado el consumidor pasivo que no se interesa por el origen de lo que compra. De esta manera surge el consumidor productor, o una fase intermedia que no llega a ser productor, pero sí requiere más información sobre lo que consume e incluso busca la consumición en origen, en el punto de producción, sin intermediarios (como ocurre al comprar a través de cooperativas de agricultura ecológica, en vez de en el supermercado). Es en este punto donde se posiciona la propuesta del Proyecto Era Vertical, como respuesta a esta organización ciudadana latente y como necesidad de un espacio urbano donde desarrollar el nuevo modelo más activo e interesado por el proceso. |
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Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons 3.0. Diseño web Artemisa Espinosa. Última actualización Mayo 2014 |